La era de los 80 fue un notable auge para la NASCAR, marcada por figuras icónicas como el reinado de Dale Earnhardt, el dominio de Bill Elliott, el cierre de la era dorada de Richard Petty y la fama de villano Darrell Waltrip, conocido como «Jaws«. Sin embargo, entre estos gigantes, emergió un hombre que desafió los estereotipos: Tim Richmond. Nacido el 7 de junio de 1955, se convirtió en una de las personalidades más brillantes y trágicas del automovilismo estadounidense de aquella década. Exótico, carismático y audaz, representaba tanto a una nueva generación de pilotos como a una víctima de los prejuicios de su tiempo.
De la tierra a la Indy 500
Nacido en una familia emprendedora —su padre fundó una exitosa empresa exportadora de máquinas perforadoras para autopistas—, Tim Richmond creció rodeado de comodidades, motores y velocidad. Desde pequeño mostró una inclinación natural hacia la adrenalina: manejaba go-karts dentro de edificios, cruzaba su propio jardín a toda marcha, y a los 16 años ya tenía una licencia de piloto privado, un Pontiac Trans Am, una lancha y un avión Piper Cherokee.
También brilló en el deporte. Fue un destacado atleta en la Miami Military Academy, se destacó en fútbol americano, y en atletismo impuso un récord regional en salto de vallas. A pesar de haber ingresado brevemente a la universidad, su destino estaba en otro lado: el automovilismo.
En 1976, con 21 años, Tim comenzó a dar sus primeros pasos en el mundo de las carreras como mecánico de un sprint car. En una sesión de práctica en Lakeville, Ohio, se subió al auto y sorprendió a todos al marcar tiempos más rápidos que el piloto titular. Su entusiasmo inicial, sin embargo, fue accidentado: en sus primeras carreras tuvo varios incidentes, incluyendo un accidente en Eldora Speedway que lo llevó a ser “despedido” por su propio padre como piloto.
Lejos de rendirse, Tim y su padre apostaron a una nueva categoría: los SuperModified. Estos vehículos —unas máquinas con chasis asimétricos, motores expuestos y alerones gigantes— se ajustaban mejor a su estilo agresivo. En 1977, se coronó como Novato del Año y campeón de la clase SuperModified del óvalo de Sandusky.

En 1978, dio el salto a la USAC Sprint Car Series y a la “Mini Indy Series”, donde ganó su primera carrera en Phoenix dentro de la clase Formula Super Vee. Esa victoria atrajo la atención de figuras importantes del automovilismo como Roger Penske. También asistió a la escuela de manejo Jim Russell, donde estableció un récord de pista entre los estudiantes.
Para 1979, Richmond entró de lleno al mundo de los monoplazas, debutando en CART. Su padre le compró un chasis Eagle y un motor Offenhauser con los que corrió en Michigan, aunque su motor explotó en la cuarta vuelta y finalizó último. Más tarde ese año, reemplazó al piloto Larry Rice en el equipo de Pat Santello. En Watkins Glen, una de sus pistas favoritas durante toda su vida, logró su mejor resultado en IndyCar con un octavo puesto, lo que reforzó la idea de que tenía un gran futuro en la categoría.
En 1980 llegó su momento importante: sus primeras 500 Millas de Indianápolis. Clasificó 19º, lideró una vuelta y finalizó noveno tras quedarse sin combustible en el último giro. Como gesto caballerosidad, Johnny Rutherford —ganador de la carrera— lo llevó de vuelta a boxes en su auto. Tim fue elegido Novato del Año de la Indy 500 y la prensa lo proclamó como el debutante más fascinante desde Mario Andretti.
https://platform.twitter.com/widgets.js43 years ago today, Race Winner, Johnny Rutherford gives Rookie of the Year, Tim Richmond a lift after the 1980 Indianapolis 500, Richmond finished 9th. pic.twitter.com/CO3VBH2cS8
— Andrew (@Basso488) May 25, 2023
Sin embargo, la promesa no se consolidó. Tras Indianápolis, sufrió una serie de accidentes en Milwaukee (donde ni siquiera pudo largar), en Mid-Ohio (donde chocó en la primera vuelta) y en Michigan (donde su auto se partió en dos). Estos golpes afectaron su confianza y la de su equipo. El propio Tim declaró que no entendía por qué estaba chocando tanto y que se ofreció a dejar el asiento si eso ayudaba al equipo. Su jefe de equipo, John Barnes, fue tajante: “Tim es un piloto, no un corredor de carreras… está manejando un IndyCar como si fuera un sprint car.” Ese estilo electrificante y sobreagresivo lo caracterizaría a Richmond en muchos tramos de su carrera.
El punto de quiebre llegó tras el accidente en Michigan. Su madre, viendo la transmisión desde Florida, llamó a su esposo exigiéndole que sacara a su hijo del auto bajo amenaza de divorcio. Fue el fin de su aventura en IndyCar, salvo por una participación aislada en la Indy 500 de 1981, donde terminó 14º.
Poco después, Tim inició un nuevo capítulo: los Stock Cars. NASCAR lo esperaba.
Su aparición rupturista en NASCAR
Tras una breve y frustrante incursión en la IndyCar, Tim Richmond desembarcó en la NASCAR Winston Cup de la mano de D.K. Ulrich. Convencido por Joseph Mattioli III, presidente de Pocono Raceway, debutó el 27 de julio de 1980 en el Coca-Cola 500 de Pocono, remontando hasta el 12.º puesto. De sus cinco carreras ese año obtuvo tres duodécimos y cerró la temporada 41.º en el campeonato. En 1981 se consolidó como piloto habitual, aunque siguió cambiando de auto: corrió para Ulrich, Kennie Childers, RahMoc y Bob Rogers. Alternando entre Chevrolet, Buick y Oldsmobile. Sumó seis top-10 y terminó 16.º en la tabla de puntos, mostrando destellos de talento pese a la falta de un proyecto estable.

A comienzos de 1982 Richmond se unió al efímero equipo Fast Company Ltd. (el proyecto de Mike Lovern / Fast Company), fundado por los autores del libro Grand National Stock Car Racing: The Other Side of the Fence. Allí Richmond trabajó por primera vez con el legendario crew chief Harry Hyde. El equipo no consiguió clasificar para las 500 Millas de Daytona; Richmond ganó, eso sí, la carrera de consolación para los no clasificados, y luego disputó una sola carrera de puntos con Fast Company en Rockingham antes de que el proyecto se disolviera.
Desde la sexta fecha de 1982, Richmond se integró al equipo bajo la dirección de Jim “J.D.” Stacy. La temporada, guiada por Stacy, fue marcada por el caos, debido a la naturaleza del equipo, el cual contaba con un propietario de considerable capital en la industria minera, aunque con una reputación cuestionable. Stacy exhibía una tendencia a cambiar de pilotos con frecuencia, llegando a patrocinar hasta siete coches en una misma carrera, y es recordado por no cumplir con sus promesas de financiamiento y enfrentar constantes problemas de pagos.
Embed from Getty ImagesAún así, Richmond empezó a destacarse como especialista en circuitos (road course ringer) y logró dos victorias en Riverside ese año, las cuales representaron sus primeras en la serie mayor de NASCAR y, finalmente, fueron dos de las cuatro victorias obtenidas por Stacy como propietario del equipo. Además, Richmond logró siete Top 5 y finalizó en el 26° puesto del campeonato. A pesar del desorden organizativo, Richmond demostró su capacidad para rendir al más alto nivel en diversas pistas, como Riverside, Pocono o Richmond.
https://platform.twitter.com/widgets.jsPocono's long straightaways lead to some superb drafting and slingshots in certain moments, like this epic battle in the July 1982 race
— nascarman (@nascarman_rr) July 21, 2023
Harry Gant, Dale Earnhardt, Tim Richmond, and Richard Petty go four wide for the lead pic.twitter.com/shYM12HL96
Tim destacó por su velocidad, su estilo agresivo y su imagen de estrella de rock: un soplo de aire fresco en un entorno todavía poblado por pilotos de perfil más conservador y rural. Tras no clasificarse para la Daytona 500 de 1982, reflexionó sobre su proyección pública —llegó a firmar camisetas en un centro comercial— y comprendió que su carisma podía abrirle puertas dentro y fuera de las pistas. Además, fue fichado para un cameo en la película Stroker Ace (1983), dirigida por Hal Needham y protagonizada por Burt Reynolds; aunque el material filmado con Richmond se recortó, Tim desarrolló una nueva pasión, llegando a contratar agencia y tomando clases de actuación. Él mismo llegó a decir que, si en algún momento ganaba el campeonato, contemplaría tomarse una pausa para probar suerte como actor o analista de carreras.
En 1984, fue nombrado por Esquire como una de las personalidades del año. Poco después, se contactó con el reconocido nutricionista Robert Haas —el mismo de Martina Navratilova— para mejorar su preparación física. Sentía que su exceso de peso afectaba tanto su rendimiento como su autoestima. “Tenía más papadas que la guía telefónica de San Francisco”, llegó a bromear. Se sometió a una estricta rutina en Fort Lauderdale: natación, aeróbicos con pesas (heavy hands), gimnasio, ráquetbol y una dieta rigurosa basada en avena sin leche, vegetales al vapor, arroz integral y mariscos. Él mismo comparaba pilotar un bote —sujetarse a las corrientes del océano— con conducir un coche de carreras, donde “tú eres quien domina la pista”.
Su figura disruptiva generó reacciones mixtas. Algunos colegas lo ridiculizaban, como Buck Baker, quien comentó que su peinado era mejor que el de su esposa. Richmond aprendió a tomárselo con humor. También fue criticado por Darrell Waltrip, quien lo acusaba de usar el automovilismo como trampolín hacia otros rumbos. Según Richmond, su soltería —inusual entre los pilotos de élite de la NASCAR— generaba prejuicios. Sin embargo, lejos de rechazar la vida tradicional, él mismo soñaba con casarse y tener dos hijos.
Su carisma también se hizo sentir en las transmisiones durante el inicio del apogeo de NASCAR en la TV paga con ESPN. Durante la First Union 400 de 1986, fue reportero en vivo para el líder mundial en deportes mientras corría, narrando sus impresiones en pleno periodo de bandera verde -incluso cuando adelantaba coches por la línea exterior- y bromeando con pedirle matrimonio a su novia. En otra ocasión, durante una demora por lluvia en Bristol, improvisó una parodia de transmisión televisiva con su equipo, tomando los micrófonos como comentaristas. Y tras abandonar una carrera en Riverside, en lugar de volver a boxes, prefirió irse a las gradas con los fans.
Fue una figura magnética, sobre todo para el público femenino: en 1986, el 80% del merchandising con su nombre era comprado por mujeres. Una de sus camisetas más famosas decía: “Duerme con un campeón”, que él mismo no dudaba en usar.
Pero Richmond también fue una figura polémica por su temperamento. Mientras Richard Petty alcanzaba su histórica victoria número 200 en las 400 Millas de Daytona de 1984, protagonizó un altercado con el veterano David Pearson, luego de que el coche del “Lobo de Plata” (The Silver Fox) comenzara a perder aceite y cubriera de lubricante el Pontiac de Richmond. Después de la bandera a cuadro, Richmond le hizo un gesto de reclamo a Pearson, lo que encendió la ira del tricampeón. Ya en la zona de garajes, Pearson se bajó de su auto y lo confrontó cara a cara, empujándolo con el dedo y lanzándole varios manotazos y puñetazos; uno de ellos le dejó a Richmond un moretón bajo el ojo izquierdo. Richmond criticó duramente a los oficiales por no mostrarle la bandera negra a Pearson por la pérdida de aceite, acusando a NASCAR de aplicar criterios políticos en sus decisiones.
No era la primera vez que Tim Richmond alzaba su voz contra la dirección de NASCAR. En North Wilkesboro, se convirtió en uno de los críticos más incisivos cuando multaron al equipo de Terry Labonte con 2000 dólares por una infracción técnica: habían utilizado un neumático del lado izquierdo en la rueda delantera derecha, lo que les daba más agarre. Richmond declaró: «Es otro golpe bajo para nuestro deporte. NASCAR engaña a los aficionados al no hacer cumplir las reglas.»
Anteriormente, en Michigan 1982, una semana después de su primer triunfo, Richmond culpó a los oficiales por un accidente en el que perdió el control bajo una intensa lluvia, alegando que nunca debieron mantener los autos en pista en esas condiciones. Era un hombre directo y sin pelos en la lengua.
En North Wilkesboro, en octubre de 1984, Richmond fue trompeado por Trevor Boys en la entrada a boxes. Al reincorporarse, pasó peligrosamente cerca de varios mecánicos —que resultaron ser, casualmente, del equipo de Boys— debido a la ausencia de un muro que separara la pista de la zona de pits. NASCAR lo multó con 1.000 dólares por conducción temeraria en boxes, aunque él siempre sostuvo que solo intentaba retomar el control de su auto para llegar a su puesto de servicio.
Tampoco siempre fue el agresor: en 1985 estuvo a punto de ganar en óvalos cortos, pero Dale Earnhardt le aplicó la maniobra del bump-and-run —golpear ligeramente para desestabilizar al coche de adelante y adelantarlo— no una, ni dos, sino tres veces, en Richmond, Bristol y Martinsville.
Embed from Getty ImagesRichmond-Hyde: La pareja dispareja
Entre 1983 y 1985, Raymond Beadle le brindó a Tim Richmond la oportunidad de unirse a su nuevo equipo, Blue Max Racing, donde pilotó el Pontiac #27, finalizando en 10º, 12º y 11º lugar en el campeonato de cada una de esas temporadas. Su primera victoria en óvalos se produjo en Pocono en 1983, seguida de otra en North Wilkesboro en 1984. En 1985, Richmond logró 13 top 10, aunque no consiguió ninguna victoria.
Richmond llegó a considerar la posibilidad de correr en Fórmula 1 en 1985 tras presenciar el Gran Premio de Alemania de 1984. En medio de un bajón de rendimiento del equipo y problemas legales de su jefe de equipo, Tim Brewer, por recibir bienes robados, Richmond recibió una oferta de una escudería de F1. Según sus palabras: «Fue algo que comenzó después de que un equipo de Fórmula 1 me llamara. Yo no llamé a nadie. No me importaría que, algún día, cuando me retire, los libros de historia digan que conduje un coche de Fórmula 1 y lo hice bien». No obstante, Richmond no solo continuó su carrera en la NASCAR Cup Series, sino que esta también estaba en ascenso, lo cual demostraría con su siguiente equipo.
En 1986, Beadle contrató como piloto titular a Rusty Wallace, quien ganaría el título en 1989. Mientras tanto, Richmond firmó con Hendrick Motorsports, el equipo insignia de Chevrolet, donde volvió a reencontrarse con Harry Hyde. El ingeniero había sido campeón con Bobby Isaac en 1970 y, tras atravesar problemas legales y económicos, encontró en Hendrick la oportunidad de su resurgir. Aquella “pareja dispareja” —un joven impetuoso y un veterano sabio— funcionó. Hyde le enseñó a Richmond la paciencia y el uso de la cabeza en carrera, templando su agresividad: «me hizo creer en mí mismo, me ayudó a no correr sólo con el pie sino también con la mente», decía Richmond. Además, elogió el humor de Hyde, similar al de Benny Hill. Una anécdota lo ilustra: en un día de tiro al blanco, Hyde había engañado a Richmond con balas de fogueo, dejando al perfeccionista sin un solo impacto… y desatando risas de ambos.
Una vez que encontraron pronto química, en la segunda mitad de 1986, Richmond logró siete victorias en 17 carreras—incluyendo dobletes en Pocono, las 400 Millas de Daytona de fin de semana del cuatro de julio, Watkins Glen, Darlington, Richmond y Riverside— además de ocho poles, 13 top-5 y 17 top-10; terminó tercero en el campeonato, consolidándose como rival de peso frente a figuras como Dale Earnhardt. Las imágenes de las victorias de Tim Richmond, soltando su red de la ventana del piloto en la última vuelta y tomando la curva final de cualquier pista con su brazo fuera de la ventana mientras saludaba a la multitud de espectadores, se volvían cada vez más frecuentes.
Embed from Getty ImagesEntre los hitos del año están su remontada en Pocono el 20 de julio de 1986 —tras un incidente en la vuelta 122 en Richmond, luego se desdobló del puntero, volvió a la pelea y se impuso en un final extremadamente cerrado con tres coches a la par— y su pole inolvidable en Riverside donde promedió las 118.247 mph (190 km/h) en la ronda final de clasificación pese a que su motor estaba ya fallando.
https://platform.twitter.com/widgets.jsJuly 20, 1986: One of the all-time wild races, the 1986 Summer 500 at Pocono
— nascarman (@nascarman_rr) July 20, 2023
Tim Richmond wrecked on lap 122, limped to pit road, later unlapped himself, and won in a three-wide photo finish on lap 150 pic.twitter.com/ypAFya9AfI
Además de las carreras oficiales, Richmond y el equipo de Hyde participaron en un test organizado por la prensa especializada Road & Track, donde compitieron contra el Porsche 962 de Al Holbert en el Transportation Research Center, East Liberty, Ohio. La pista de pruebas era un óvalo de 7.5 millas con rectas de 1.88 millas, completamente de concreto. El Chevrolet Monte Carlo de Richmond alcanzó velocidades extremas; informes de la época y reseñas técnicas posteriores sitúan al Chevy alrededor de 240 millas por hora (386 km/h) en su mejor pasada, superando al Porsche, que registró 227 millas por hora (365 km/h) en esas condiciones de baja resistencia aerodinámica. Esta anécdota técnica es famosa y subraya el impresionante potencial aerodinámico que el equipo logró exprimir.
Parecía que 1986 fue el año en que Richmond se erigió como un gran rival de Earnhardt para las temporadas venideras. Sin embargo, la realidad lo golpearía fuertemente en poco tiempo en medio de una de las crisis de salud más grandes en la historia de la humanidad con el surgimiento de una nueva enfermedad que desde 1981 estaba causando estragos como era el VIH/SIDA.
Embed from Getty ImagesA fines de diciembre de 1986, Tim Richmond comenzó a sentirse exhausto y cayó gravemente enfermo —oficialmente diagnosticado con doble neumonía—, lo que lo mantuvo alejado de las pistas por varios meses. Negó en todo momento cualquier consumo de drogas o padecimiento de una enfermedad terminal. Durante su ausencia, Benny Parsons lo reemplazó en el Chevrolet n.º 25 de Hendrick Motorsports para la temporada 1987. Richmond incluso iba a aparecer en una propaganda de Exxon Superflo junto a sus colegas Darrell Waltrip, Geoff Bodine y Brett Bodine, además del comentarista de fútbol americano John Madden, pero al no poder viajar a tiempo, fue sustituido por un doble que solo se mostraba de espaldas. Se esperaba con ansias el regreso de Richmond y, según sus palabras, «no quería volver por volver, sino para ganar», manteniendo así su fuego competitivo.
Su regreso se produjo en junio de 1987, ya sin Harry Hyde como su jefe de equipo. Volvió en la Carrera de las Estrellas de Charlotte, donde finalizó tercero, y disputó solo ocho competencias oficiales ese año. Según sus propias palabras, se sentía al 80 % físicamente durante la semana, pero alcanzaba el 100 % dentro del auto el día de la carrera. Su reaparición fue impactante: ganó de forma consecutiva las 500 Millas de Pocono y los 400 km de Riverside.
Embed from Getty ImagesEl logro fue aún más notable si se considera que, entre los tres pilotos regulares de Hendrick (Geoff Bodine, Benny Parsons y Darrell Waltrip), solo Waltrip había conseguido una victoria, en Martinsville, tras un contacto con Terry Labonte y Dale Earnhardt en la última vuelta. Richmond confesó que, tras la emotiva victoria en Pocono, sufrió depresión al pensar que, de haber estado sano todo el año, podría haber peleado el campeonato. Cerró la temporada con un cuarto puesto y un décimo en las seis carreras restantes, tras lo cual se alejó de la competición, sin saber que serían sus últimas participaciones en NASCAR.
Entre 1980 a 1987 se registraron más de 50.000 positivos por VIH con casi 15.000 muertes en una cifra que iba creciendo a pasos agigantados. Mientras Richmond competía en la serie mayor de NASCAR, el mundo quedaba en shock por la muerte de Rock Hudson, histórico actor de Hollywood de los años 50s y amigo de Ronald Regan, entonces presidente de los EEUU por complicaciones derivadas del SIDA, la fase terminal del virus tras un intento fallido de tratamiento en Francia que intentó ocultar como cáncer de hígado.
La muerte de Hudson no solo reveló al mundo, «secreta» homosexualidad, sino que también fue el primer caso mediático en sucumbir a la naciente enfermedad. «No estoy feliz de estar enfermo. No estoy feliz de tener SIDA, pero si esto ayuda a los demás, puedo al menos saber de que mi propio infortunio tiene algo de valor positivo» expresó Hudson en una carta que redactó en sus últimos días y que fue leída por el actor Burt Lancaster durante una gala para recaudar fondos para luchar contra la enfermedad.
El ‘falso’ positivo
En febrero de 1988, sin un asiento asegurado para toda la temporada, Richmond acudió a Daytona con la intención de disputar el Busch Clash, la carrera de exhibición previa a la Daytona 500. En entrevistas de aquellos días expresó su deseo de disfrutar de las cosas simples, formar una familia, acortar el calendario de NASCAR y cumplir su sueño de correr algún día en los Funny Cars de la NHRA. Fue sorteado en la posición 12 de una parrilla de 13 autos y estaba negociando con el equipo de Ken Ragan para conducir un Ford, pero nunca llegó a subirse al vehículo.
Ese año, NASCAR implementó un programa de control antidopaje en medio de rumores sobre el consumo de drogas por parte de Richmond y la desconfianza de algunos colegas, en especial Darrell Waltrip, aunque otros como Dale Earnhardt defendieron su integridad. Sin embargo, D.K. Ulrich, propietario del equipo con el que Richmond debutó en NASCAR, declaró años más tarde en el pódcast The Scene Vault que lo había visto consumir drogas en una salida nocturna junto a Bob Seger y la Silver Bullet Band en 1982. El jueves 4 de febrero de 1988, NASCAR le realizó un test antidoping cuyo análisis estuvo a cargo del Dr. Forest Tennant, en California. El sábado 6, Tennant informó —sin precisar concentraciones ni métodos— que el resultado había dado positivo por anfetaminas y opiáceos. La categoría lo suspendió de inmediato “para proteger la integridad del evento” y hasta que se completara una segunda prueba. Richmond volvió a someterse al test el lunes 8, que dio negativo; sin embargo, ya había quedado fuera del Busch Clash.
En los días siguientes, NASCAR mantuvo la inhabilitación aduciendo motivos médicos: exigió a Richmond que entregara su historial clínico de 1987 cuando estuvo internado por neumonía en Cleveland para verificar si estaba físicamente apto para competir. Richmond se negó a entregar los registros completos —ofreció en su lugar una nota de su médico de confianza y someterse a un examen físico— y en consecuencia siguió sin correr.
Ante lo que consideró un “linchamiento mediático y profesional”, Richmond llamó al célebre abogado Barry Slotnick (defensor de Bernard Goetz, autor del tiroteo en el metro de Nueva York de 1984) y, el 28 de abril de 1988, demandó a NASCAR por difamación, fraude, negligencia y daño emocional, exigiendo 20 millones de dólares. En enero de 1989, tras una orden judicial que obligó a Richmond a entregar sus registros médicos, ambas partes llegaron a un arreglo confidencial.
En julio de 1989, un reportaje de Sports Illustrated reveló que el laboratorio del Dr. Tennant carecía de controles adecuados en sus pruebas de la NFL y la NASCAR: almacenamiento inadecuado, quiebres de confidencialidad y métodos cuestionables. Poco después, tanto NASCAR como la NFL cortaron sus lazos con Tennant. En 1990, Gordon Griffith —ex empleado del laboratorio de Tennant— afirmó haber visto órdenes directas de NASCAR para falsear aquel resultado inicial; ambas partes lo negaron como “periodismo amarillista”.
No pudiendo volver a las pistas nunca más en su vida, en sus últimos meses, Richmond se retiró a su mansión en Florida y comenzó un prolongado declive de salud y en la primavera de 1989, tras sufrir una conmoción cerebral en un accidente de scooter, fue internado en Fort Lauderdale. Durante la carrera de Pocono, ESPN montó una emotiva retransmisión para mostrarle a imágenes de sus grandes victorias y personas con quienes trabajaron con Richmond dieron sus mejores deseos para él, entre ellos un muy emocionado Harry Hyde.
En las primeras horas del 13 de agosto de 1989, Richmond llamó a su madre desde el hospital en West Palm Beach. Le pidió verla, ella le dijo que iría a verlo pronto, pero falleció a las 5:12 am a la edad de 34 años. Dos años después de haber participado en su última carrera en la serie mayor de NASCAR.
En un inicio, a pedido de su familia no reveló la causa de su muerte y fue enterrado en su natal Ashland. Dos semanas después, su médico personal confirmó que había muerto por complicaciones relacionadas con el SIDA. «Ellos perdieron a un hijo por el SIDA y no quieren que otros padres pierdan a sus hijos» contó en conferencia de prensa el Dr. David Dodson sobre los motivos de la familia de Richmond de revelar su causa de muerte.
Según datos del El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de los EEUU para 1989 habían más de 100.000 casos de VHI/SIDA con más de 30.000 siendo diagnosticados ese mismo año. 23.500 personas fallecieron ese año debido a la enfermedad junto a Richmond.
Para ese entonces era una enfermedad de fuerte estigma social y en la que la desinformación y el miedo dominaban el discurso público. Sumado a la negligente respuesta por parte del gobierno de los EEUU durante la presidencia de Reagan.
Richmond fue homenajeado en el gran mosaico en memoria a las víctimas del SIDA en la década de los 90s y que fue exhibido en el National Hall de Washington DC, como también en diferentes partes del mundo.
Legado
Richmond acumuló 13 triunfos en la Cup Series. Sus mejores resultados vinieron en pistas concretas: fue especialmente dominante en Riverside (cuatro victorias) y en Pocono (también ganó cuatro veces), trazados donde su combinación de velocidad y riesgo rindió frutos. Más allá de las cifras de victorias, Richmond destacó por su habilidad para liderar en pista y competir por el primer lugar. Un análisis exhaustivo de Racermetrics sobre los adelantamientos por la punta revela que Richmond presentó cifras significativas como duelista: su récord de 46 adelantamientos por la punta, en comparación con 33 ocasiones en que fue superado por el líder, constituyen estadísticas notables, alcanzando un porcentaje del 58,22%. Su desempeño de 31-21 en 1986 y, especialmente, su 9-4 en 1987 son cifras sobresalientes que subrayan su agresividad y destreza al volante.
Tim no fue un piloto que encajara en el molde tradicional de NASCAR. Era un personaje mediático: carismático, amante de la vida y de las sensaciones fuertes. Vivía entre yates en Fort Lauderdale, practicaba motos de agua y mantenía una casa en Lake Norman con una decoración que reflejaba su gusto por lo excéntrico. Su vida pública —la estética, el glamour, el aspecto de «estrella de cine»— formó parte de su leyenda. Esa mezcla de talento y vida intensa alimentó el relato alrededor de su figura: los periodistas y los fans lo observaban tanto por sus victorias como por su forma de vivir.
El legado de Richmond se mantiene vivo a través de múltiples homenajes: Fue inducido al International Motorsports Hall of Fame (clase 2002) y fue incluido en la lista de los 50 Greatest de NASCAR en 1998; esa lista ampliada en 2023 (los 75 Greatest) lo mantiene entre los nombres reconocidos por la historia de la categoría. En su condado natal fue ingresado en el Ashland County Sports Hall of Fame en la década de 1990, y se han organizado carreras y tributos (por ejemplo, un memorial en Mansfield y referencias en diferentes decoraciones retro durante el Throwback Weekend de NASCAR en Darlington) que han mantenido vivo su recuerdo. La cultura del homenaje se deja ver en gestos pequeños y simbólicos: el traje que Tim usó en el banquete de la NASCAR de 1986 se recordó en el banquete en 1989, usándolo uno de sus ex-jefe de equipos Barry Dodson; documentales (como el episodio de «30 for 30» de ESPN dedicado a su figura) han reintroducido su historia a nuevas generaciones.
Sin duda, uno de los mejores homenajes a Tim Richmond es el personaje de Cole Trickle, interpretado por Tom Cruise en la película Días de Trueno, el cual se inspira en su carisma tanto dentro como fuera de la pista. La trama se fundamenta en gran medida en Hendrick Motorsports y en la gran temporada de la pareja dispareja formada por Tim Richmond y Harry Hyde, quien a su vez también inspiró al personaje de ‘Harry Hogg’ en la película.

Sin embargo, hasta la fecha de redacción del artículo, no solo ha sido incluido en el Salón de la Fama de la NASCAR, sino que, además, nunca ha recibido una nominación. Al disminuir la cantidad de personas ingresadas de cinco a tres por año, se producen desaires hacia varias personalidades de la NASCAR, entre las cuales se encuentra Richmond. No obstante, a opinión personal del autor, si Richmond integrara el Salón de la Fama de la NASCAR, sería una suerte de reparación histórica de la entidad en uno de los hechos más difusos, barrido bajo la alfombra.
NASCAR ha homenajeado a Wendell Scott en el Salón de la Fama e incluso otorgaron a su familia el premio por su única victoria en la categoría, en un intento de terminar con sus lazos racistas de su pasado. A Bobby Allison se le otorgó la victoria 83 en Bowman Gray luego de 54 años, como ‘homenaje en vida’ antes de su fallecimiento. Entonces, ¿por qué no soñar lo mismo con Richmond? Al final de cuentas, los salones de la fama no son lugares para aquellos con estadísticas más rimbombantes, sino para aquellos que marcaron un antes y un después. Ese es el lugar que Richmond merece ocupar.
