Comienza un nuevo año y, como es tradición, la temporada del deporte motor empieza con el Rally Dakar. Un Dakar que estuvo en serio riesgo con los nuevos eventos de la pandemia del COVID-19 pero que, afortunadamente, puede llevarse a cabo.
Y es por ello que les traigo una historia relacionada con este mítico evento. Para ponernos en contexto, viajamos en el tiempo hasta 1988, año en el que se celebraba el décimo aniversario de la carrera. El día 1 de enero se reunían en la Plaza de Armas de Versalles (París) un total de 603 vehículos, lo que suponía un récord de participantes hasta el momento y que por ahora sigue sin superarse. De ellos, 183 eran autos, entre los que estaban los poderosos Peugeot, quienes eran los claros favoritos a la victoria.
La marca francesa había debutado de manera oficial en el Dakar el año anterior, tras retirarse de manera triunfal del WRC en 1986, logrando una victoria contundente con la leyenda finlandesa Ari Vatanen al volante del 205 T16 Grand Raid. Para 1988, Peugeot presentaba un nuevo auto, el 405 T16 Grand Raid, una evolución de su exitoso antecesor y que sería utilizado exclusivamente por Vatanen. Por su parte, Juha Kankkunen, Henri Pescarolo y Alain Ambrosino utilizarían el antiguo 205.
Embed from Getty ImagesPor delante habría 12.974 km de recorrido, de los cuales 6.605 serían a contrarreloj, repartidos en 18 etapas que cruzarían Francia, Argelia, Nigeria, Mali, Mauritania y Senegal, finalizando como ya era tradición en el Lago Rosa en la ciudad de Dakar, el día 22 de enero.

Pasadas 13 etapas, los Peugeot de Vatanen y Kankkunen iban liderando cómodamente la carrera. No habían tenido prácticamente ningún sobresalto, salvo en la etapa número 11, en la que ambos se perdieron y terminaron a 2 horas y media del ganador de aquel día, Patrick Tambay. Sin embargo, dicho problema no tuvo repercusiones en la clasificación general. Vatanen además, tenía una ventaja de 2 horas con respecto a Kankkunen, distancia lo suficientemente como para ya saberse vencedor del rally y transitar con calma las 5 etapas que faltaban. Más aún cuando ambos eran compañeros de equipo y sabiendo el interés de los galos en ver ganar al nuevo modelo 405 por sobre el antiguo 205.

Pero, como bien dijo una vez Ron Dennis, “para terminar primero, primero tienes que terminar”. El día 18 de enero, se produjo un hecho que cambió por completo el panorama de aquella edición. Había desaparecido el Peugeot 405 T16 Grand Raid de Ari Vatanen.
Poco antes de empezar la etapa, el vehículo galo fue visto saliendo del parque cerrado situado en un estadio de fútbol en Bamako (Mali). Nadie de los presentes dio mucha importancia al tema, ya que consideraban que podían ser los mismos mecánicos del equipo quienes estuvieran sacando el vehículo para probarlo, cosa normal por aquel entonces. Nada más lejos de la realidad.
Cuando se acercaba la hora de largada de la etapa, la gente del equipo Peugeot se percató que el auto había desaparecido, imposibilitando a Vatanen el poder tomar la salida en la hora que tenía asignada. Ya habían pasado más de 30 minutos, lo que por reglamento significaba la exclusión inmediata de la prueba.
Una llamada a Jean Todt, jefe de Peugeot Sport, confiramaba las sospechas. El auto había sido secuestrado. En la llamada, lo supuestos responsables exigían 25 millones de francos (unos 100 mil dólares) a cambio del vehículo. Tras más de 2 horas de espera, el 405 T16 por fin apareció en un descampado a las afueras de Bamako, sin combustible. Una vez recuperado, Vatanen y su copiloto Bruno Berglund no perdieron ni un minuto más y salieron a toda la velocidad a completar la etapa.
Sin embargo, el esfuerzo sería en vano. Ari Vatanen sería descalificado de la prueba tras superar ampliamente el margen de tiempo para presentarse a la salida. A pesar de que el equipo apeló la sanción y el finlandés fue de la partida al día siguiente, la FIA ratificó la sanción.
No todo fue malo para el equipo francés, ya que de esta forma era Juha Kankkunen quien quedaba al mando de la prueba. Finalmente, Kankkunen lograba la victoria en su primer intento, junto a su fiel copiloto Juha Piironen, unas semanas después de haber logrado su segundo título mundial de rallies. Por su parte, Ari Vatanen tuvo que esperar al año siguiente para resarcirse, logrando la victoria en 1989, 1990 y 1991.

La amplia y rica historia del Dakar está llena de anécdotas, siendo esta una de las más resonantes de todas ellas. El hecho de que nunca se esclareciera lo que sucedió hace que toda la historia sea aún más misteriosa. La versión oficial es que el auto fue robado del parque cerrado, acusando la poca o nula vigilancia del recinto. Sin embargo, extraoficialmente circularon otras versiones que distaban bastante de lo pensando en un principio.
Por un lado se cree que pudo haber sido un montaje publicitario por parte de Peugeot. El modelo 405 fue puesto a la venta el año anterior y en la prueba africana hacía su debut en competición y, como todos ya sabemos, lo más importante para una marca es vender el producto, sea como sea. También se pensó que algún otro competidor pudo verse involucrado, ya que era poco factible que gente ajena al mundo de la competición pudiera poner en marcha tan fácilmente un prototipo de carreras.
Pero la teoría que sonó más fuerte en su momento fue la dada por un periodista italiano, quien acusó directamente al equipo Peugeot de “secuestrar” su propio auto para realizar el mantenimiento que necesitaba, ya que al parecer sufría daños que podían poner en peligro su continuidad en la prueba. Dicha versión fue completamente rechazada por el propio Vatanen, pero la misma historia del automovilismo nos ha enseñado que nunca se puede dar por sentado nada.
Embed from Getty ImagesEn fin, nunca sabremos lo que realmente pasó, ni quiénes fueron los responsables. Sólo la arena del desierto que rodea Bamako sabe la verdad. Esta es una de las muchas historias que por tantos años se vivieron en el Rally Dakar cuando cruzaba el territorio africano. Un rally que, a pesar de su profesionalización con el paso de los años, no ha dejado de ser lo que originalmente pretendía ser, una gran aventura.
